"... Pero quizá la pérdida más sentida fue la de la pierna; recuerdo que el día anterior a que me la amputasen mi médico me dijo: «Hazle una fiesta de despedida a la pierna. Invita a la gente que tenga que ver con tu pierna y despídela por todo lo alto. ¿No te apoyó durante toda una vida?, pues apóyala tú ahora que ella se marcha...
... A aquella fiesta tan curiosa invité a la gente relacionada con mi pierna: a un portero de fútbol al que le metí cuarenta y cinco goles en un partido (bueno, vale, le metí sólo uno, pero lo invité), a una chica con la que hacía piececillos bajo la mesa, a un tío con el que hacía excursionismo (por la cuestión de las agujetas, ya no se me ocurrían tantos invitados), y también invité a un amigo mío que tenía un perro que me mordió cuando yo tenía diez años. Lo peor es que el perro vino e intentó volver a morderme.
Fue una fiesta preciosa. Creo que la mejor que he organizado, y sin duda, la más original. Al principio la gente estaba cortada, pero poco a poco empezamos a hablar de la pierna. Todos contaron anécdotas relacionadas con ella. La tocaron por última vez. Fue una noche preciosa que jamás olvidaré.
Cuando la noche acababa y el día despuntaba, a pocas horas de entrar en el quirófano se me ocurrió el broche de oro: un último baile a dos piernas. Se lo pedí a una enfermera y me dijo que sí...
...sonó «Espérame en el cielo». No había canción más adecuada para ese momento, para ese final. La bailé diez o doce veces con aquella enfermera. Mis doce últimos bailes...
... Al día siguiente me cortaron la pierna. Pero no estaba triste, pues me había despedido, había llorado, había reído. Había, sin saberlo, realizado mi primer duelo, había hablado sin tapujos de la pérdida y la había transformado en ganancia.
Me gusta pensar que no he perdido una pierna, he ganado un muñón y una fantástica lista de recuerdos relacionados con la pierna..."
El mundo amarillo - Albert Espinosa.